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Crater Escarlata (Ensayo)
POR: David Cañedo Mesinas 

 
 En el cráter de Un impacto añejo ocultado por las montañas, Diez liebres Vivian en un bosque de hojas escarlata. Poseían inteligencia Infra macabra, Repartiendo odio y desdicha entre la gente de un pueblo oculto en una cueva de obsidiana. Sus pieles eran rosas y llevaban navajas de madera. Asesinaban niños y desmembraban vacas, En un adyacente mundo sin complejos y De naturaleza perturbadora. Se dice que, creados por el diablo eran estas liebres, mas se desconocía su propósito, pues lo único que causaban era temor y odio entre ellos mismos. Cada mañana de cada día se acostumbraba ofrecer un sacrificio al dios de los árboles rojizos, Pero los conejos rosas siempre destruían toda fauna ofrecida, Provocando que el dios carmesí de la aurora de sus hojas, Destruyera todo indicio de vida en aquel cráter. Por eso subsistían en esa cueva, Sin saber de la existencia de otro mundo. Admiraban cada instante de su hermoso valle, y Disfrutaban de la ausencia de los conejos cada vez que estos cazaban. Era muy común encontrar a los niños cercenados, o a las vacas Desolladas, Incluso llego a ser tan normal, que el encontrarse una cabeza tirada entre la maleza era igual que hallar una mata ponzoñosa. Cada tarde los aldeanos de aquella tribu subterránea, se reunían en el viejo lago de agua luminosa que emergía de lo profundo de esas cavernas, y mientras discutían problemas sociales y alimenticios, los conejos aprovechaban para echar a perder las cosechas de los aldeanos. Nunca nadie vio a ninguno de aquellos conejos, Jamás supieron si en verdad existían, Sin embargo confiaron en los extraños ruidos que oían, y en la naturaleza extraña de los desmembramientos habituales; Aquellos que normalmente sucedían en la noche. Nunca nadie se aventuro a averiguar si En verdad vivían aquellos demonios rosas, Pero presentían su existencia, Oían sus pasos, veían restos de sus pelajes en cada escena de mutilación. Jamás se le ocurrió a nadie que todo aquello era producido por su imaginación. Jamás pensaron que aquella aldea no existía, que en realidad estaban en un sueño masivo, Una pesadilla atroz provocada por una droga que te jalaba al inframundo. Jamás sospecharon que estaban muertos. Pero un día, el hijo del chamán y de la guacamaya bruja, Se aventuró a salir del cráter. Rodeado por extensos e infinitos mares de sangre, por un cielo negro y a la vez morado, Con cuervos del tamaño de un hombre atravesando los cielos se encontraba la cima de la montaña que los rodeaba. Estaban rodeados de fuego, las montañas eran una prisión demencial, cubierta de espejismos mágicos, y extrañamente perverso de recuerdos vagos. Y el niño vio el mar rojo y la luz que desprendía, y se hipnotizó por sus gráciles movimientos, se metió en un tétrico trance, y al morir de forma instantánea, se convirtió en liebre. Su duda sobre su desmayo lo provocó a explorar los mares, aquel rey elegido se aventuro en sus aguas creyéndose un dios. Gracias a un instinto que le picoteaba la cabeza se bañó en sus rojas aguas y rió, un éxtasis fulminante y desgarrador acorraló su mente, Unos recuerdos vagos de un mundo con luna se avecinaron en su mente. Incluso vio extraños árboles verdes. Imaginándose sus propia existencia salió volando de las aguas con cuerpo de lava fría, escalo las montañas repletas de fuego y llegó a su aldea, convertido en liebre, Sus ojos eran ahora pesados y veía muy poco, sus movimientos eran lentos y poco gráciles; estaba jorobado y su cara y sus brazos tenían deformaciones extrañas, no tenia pelo, solamente una piel cercenada que simulaba un plumaje extraño, sus orejas hinchadas se extendían en pico hacía arriba, con unos agujeros negros extensos que lo declaraban sordo. Vivía ciego, y su piel estaba rosada y repleta de sangre humana. Lentamente se deslizo a la tribu y entró de forma hostil, su metamorfosis externa lo llevaba al rechazo de la población, inmediatamente fue apresado por los cautivos, y llevado en una cama con agujas al centro de la laguna de vientre luminoso. Gritaba unos sonidos guturales y con eco pronunciado, inaudibles y sordos pero en forma de grito. El chamán su padre declaró que el líder de las diez liebres debía morir, y asestándole un fuerte golpe con una vara en el rostro, le amputó un trozo de mejilla sin sacar sangre. Inmediatamente toda la gente recobró sus miembros perdidos. Y La liebre fue calcinada en una hoguera hecha con madera de árboles escarlata. Entonces se presentaron las diez liebres inexistentes, era porque la gente las había mencionado tanto que se crearon de la nada. Y con un ágil movimiento por parte del cadáver del deforme calcinado, toda la tribu fue sometida a la tortura de convertirse en liebres, mientras unos asesinaban a otros en busca de venganza por crímenes no cometidos. Hasta que la aldea se hundió y todos sus cadáveres se pudrieron sin que nadie se percatara de lo acontecido. Y Sus almas regresaron al mundo del que habían venido, dejando atrás el trance que ahora no recordaban. Solo el conejo vivió torturado sin poder siquiera moverse, condenado a escuchar los llantos del abismo y la cascada, hasta que el dios del caos anunciara la Apocalipsis del espacio.

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