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 Usar Sombrero
POR: David Cañedo Mesinas


  
Debajo de la peluca la persona se resguarda,
Vive, fingiendo no temerle a una perdida pasada,
Su miedo mas grande es morir y que descubran su secreto,
Normalmente se esconde del espejo,
Llora silenciosamente lamentandose de algo idiota.

El calvo aveces rie y aveces ni llora,
Sabe que es distinto y no lo esconde,
Aunque tuviera cabello sería distinto,
Tal vez no era necesario llevar sombrero.

Alguien con cabello es diferente,
Si es lacio, tal vez lo ondule,
Si es rizado, tal vez lo planche,
Si es castaño se pintará el pelo,
Pero al final se cortará el cabello.

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Amor Goloso
POR: David Cañedo Mesinas


Hace muchos años en una aldea africana, en medio de la jungla oculta bajo los árboles, vivían dos enamorados, Kuranes y Roketa. Eran el uno para el otro, pues desde chicos tenían los mismos gustos. Vivían enamorados, mas no se conocían, pero aún así uno soñaba con el otro y convivían mientras dormían. Y dormían, obviamente después de cada comida. A Roketa le encantaban las tripas de orangután en almíbar, y a Kuranes le fascinaban las tarántulas gigantes crudas. A Roketa le gustaba comer de día, y a Kuranes le encantaba almorzar de noche. Aún así, con sus aparentes diferencias, a ambos les fascinaba la comida, y no por su sabor, sino por los efectos extraños que producía al comerse en exceso. Roketa era angulada, pomposa, de cachetes morados; apenas y podía caminar sin salir rodando. Kuranes estaba inflamado, casi flotaba, le encantaba echarse gases cada mañana, pues si no lo hacía, seguramente saldría flotando a algún país lejano y sin comida. Comían a todas horas, en la mañana, a medio día. Cuando fuese, pero a los dos les encantaba la comida. Comiendo cerca de la laguna, cerca de una fogata, a donde fuera que iban, siempre llevaban provisiones. Un día, Roketa pareció ver una silueta redonda y lejana desde el otro lado de la laguna de los inflamados. Ese mismo día, Kuranes juró haber visto la silueta angelical de una barriga ajena. Roketa se moría de ganas de conocer a aquel extraño, tan parecido a ella, y que sin saber porque, le resultaba conocido. Fue por eso que una mañana el dios de la laguna de los inflamados y el dios del río de los rechonchos, parecieron apiadarse de los enamorados ciegos. Y el dios del lago invitó a Kuranes a comer mariscos en su morada, y el dios del río invitó a Roketa a pasar una mañana devorando peces en la suya. Ese fue el gran encuentro, al principio, al verse, Kuranes pensó que Roketa era un salmón gigante, y se le antojó darle unos mordiscos, por eso rodó y rodó hacia Roketa, hasta chocar con una piedra que se interponía entre ellos. Roketa juró ver una gran ave de rapiña, con vientre inflamado y jugoso que se había ocultado debajo de una piedra, acechándola, seduciéndola, y excitada, se acercó a la roca solo para descubrir a su eterno enamorado con la boca hecha agua. Los dos se vieron durante un rato. No fue muy largo, pues inmediatamente se reconocieron y se abrazaron. A Roketa se le antojaba mucho las lonjas de Kuranes, y Kuranes se moría por un mordisco de aquellas pompas tan bien administradas en grasa y carne. Y se besaron, se besaron compartiendo saliva, enamorados, hambrientos, por fin sentían que estaban saciados, que al fin su hambre había desaparecido. Los dioses del río y la laguna se sintieron complacidos y sonrieron. Pero la sensación de gusto les duró poco, pues rápidamente Roketa y Kuranes se empezaron a comer mutuamente, gritando de placer. Roketa se comió el abdomen bien proporcionado de Kuranes, y Kuranes se metió a la boca de un mordisco todo el vientre, rico en proteínas de Roketa. Se devoraron por horas, hasta disolverse en una gran mordida mutua, y formar el nuevo sol, la nueva luna. Poco a poco Roketa y Kuranes rodaron hacia el gran lago de los inflamados, hechos una bola de comida. Rodaron y rodaron hasta caer profundo, dejándose llevar por la corriente, mientras comían mariscos crudos y se disfrutaban mutuamente en un mordisco eterno. Se dice que todavía se ven unidos, abrazados, fundidos, llevados por las aguas de la gula, pues Roketa y Kuranes por fin lograron encontrarse satisfechos.

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La Oreja en la Mortaja (Segundo Ensayo)
POR: David Cañedo Mesinas


Una oreja, negra, momificada, antigua e intacta. Conservada de forma misteriosa a la intemperie, solo arriba de una vieja mortaja.
Verdosa, fria aún cuidada como si fuera adorada o respetada por alguna clase de añejo reptil que la protejiera y la idolatrara, refrescandola y cubriendola todos los dias con una espesa capa de pulpas magenta.
Esa oreja, arrancada de las laderas de una extensa montaña con organos y vida propia pero sin conciencia.
La oreja que fué mordida por el hocico de un perro dragón, rey de canes, escoltada por microbios hasta lo mas obscuro de un antiguo cementerio negro y olvidado, dentro de un tazón de brujas. Tal vez un oido de carne, una oreja de barro cocido, fuera ese el organo perdido, que asumió el clavo de babilonia como propia desdicha. Quizás fuese Kuranes, antiguo emperador de creta, quien decretase que la carne humana, dicha carne humana en particular, perteneciente a los organos internos y mas sensibles, fueran siempre destazados y amortajados, para poder ser adorados por los dragones mas diminutos que a nadie gustan.
Esta oreja, la oreja, una oreja, su oreja, antigua herramienta gracil para la escucha de los dioses primitivos, llevada por el pasado y presentada por el principe mercurio como posible aumentador de sonidos, y despues robada por arameo quien fundase el pueblo de la atlantis, por esa causa hundido. Aquella nación prominente y arbolada, de tierras acidas, de humanos como subdioses, caminando erguidos en un contienente olvidado, mientras la humanidad ajena caminaba reptante aún viviendo en cuevas, y la cultura que por la oreja robada evolucionara y construyera estadios; y fundara sectas y castillos majestuosos, llenos de eco que a todos asombraba. Aquella herramienta agil e indolora, robada por las ninfas ante la corte suprema de animales salvajes, aquella epoca borrada de todo recuerdo, de toda memoria. La epoca de la oreja, del oido.
La oreja, majestuosa arma letal para defensa propia, que en el futuro servirá a los demonios que aun resistan, formada un millon cuarenta y dos mil años antes de la extinción de los dioses.
En un futuro destrozado y barrido por las bacterias, en las que el sonido ya no necesitase ser escuchado, que deberá ser desechado, y con ello todo rastro de orejas, aunque solamente sobeviva la de las laderas de una montaña suspendida.
Pulpo; escarabajo de mil mares, ahora ciego y con mil tentaculos, guardian de la caverna submarina de la oreja en la mortaja. Una gruta gutural que esconde mil secretos, ninguno de ellos advertido mas que por el mismo kraken.
Oido, antiguo, casi polvo, ladera de montañas, evolucion de los dioses extintos, momificación de los egipcios, labrador de lenguaje obtuso, éscucha de razas morenas, mistica herramienta de amplificacion por ondas, mágica caldera de mil brujas, remolino de espectros y tornado de vibraciones sonoras. Oido, un oido y una oreja, en una estalactita repleta de insectos, aún yacente arriba de un trapo extraño; de la mortaja que morfeo usó para pulir su flauta.
¿Es cualquier oreja simbolo de benevolencia y poder?, ¿será solo la maestra, aquella antigua y sabia apenas con vida, que engendró durante eras los sonidos del oido moderno?
Despotas, aristocratas y politicos sin vida, ya no demonios, ya no dioses, ya no creaturas avanzadas ni primitivas, ya no el escarabajo de mil mares ni la benevola mortaja añeja, nisiquiera el rastro de una mota o particula de sonidos alguna vez producidos o imaginados por la influencia de la diosa del habla.
Clavo que por clavo vuele y clavé en si mismo, enterrando esos misterios del pasado, el espacio y la materia, pavo que por ala se arrastre vuelta añicos al ser carne. Plata que por ser moneda compre milagros y que ya no sirve, ni quien haya que la reconosca. Ni quien exista que la admire y se emocione; Ni la oreja, ni la moneda es de quien se dice, pues ya nada se dice, ya todo está olvidado.
Tal vez algun ser de la dimension del sexto vuele y se apiade de ese instrumento primitivo, aunque no sería creible apenas por el espacio, creer que un ser telepático se arriesgue a ser burlado por llevar consigo una herramientaputrefacta y vieja.
Todo se olvida, y se olvida porque se extingue y se extingue porque cambia. Todo lo que cambia es todo, hasta las estrellas se apaciguan por debilidad o sin ninguna causa. Hasta lo mas necesario siempre se olvida, se pierde y se desprecia.
Y aquella oreja olvidada, ahora es burla del consejo que alguna vez se divirtió creando el universo como un juego de canicas. Ni quien pensara que este universo sería tan duradero y a la vez tan corto en vida.
Y la existencia errante de la mortaja, juntoa denuevo con la oreja, viajando errante y sin rumbo cerca de la masa que deberá comenzar una expansión, creando otra tierra nueva. Y de esta forma la oreja apenas comienza, pues la era eterna de mil gúgols de milenios ah dado vuelta a la canica y todo comienza desde el final y se acaba al principio. Quizá la oreja vuelva a ser envuelta en una mortaja de seda dorada por algún morfeo, quizá una nueva diosa la agrege a las laderas de otros dioses como señal de poder y diferencia, quizá otra atlantida sea formada y hundida. Nunca desprestijies el poder de una vieja oreja y una mortaja para limpiar flautas.

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Viaje al Infinito
POR: David Cañedo Mesinas


 Hace dos millones de años en la época de las cavernas,
En un circo primitivo de piedra negra, yacía tendida en la carpa del circo de roca, una mujer mutante, de pelo güero, con dientes violeta. Mirando sin rumbo fijo al horizonte, que se extendía infinito en aquella época distante y lejana. Entonces una rana de ojos saltones, proveniente de otra galaxia, igual de rara, igual de extraña, perteneciente a un futuro excéntrico, se acercó a la mujer y la tomó de su brazo deforme sin decirle nada. Y así anca con mano comenzaron un extenso viaje hacia el infinito. Viajando por junglas y mares, hasta llegar al fin del mundo, por el cual se extendía el inmenso abismo del final y del comienzo. Entonces ambos cayeron, volando por el espacio, en la cascada, inversos en sus propios pensamientos, hasta llegar a un mundo propio de dos seres tan extraños. Raros sus sueños mientras caían, soñando con mujeres poeta y reptiles de piel carcomida. Navegando por la sopa del infinito espacio sideral, en la galaxia copa de vino hasta llegar a un destino raro e infinito.

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El arlequín Del Cerezo
POR: David Cañedo Mesinas



Nació junto al cerezo, un día; un mármol de movimiento grácil, Una roca con vida y conciencia,
Que jugueteando por los juncos encontraba su lado poeta,
El arlequín del cerezo; aún sonriente, Que miraba las estrellas maravillado.
Paseando por los bosques y sus extensos prados,
Su sueño era explorar el mar.
Escribía bajo un manzano, siempre a la rosada luz del alba,
Se inspiraba con el canto de las aves, y miraba el mundo en el reflejo de sus globos oculares.
Allá bajo el olivo encontró una vez una flauta extraña,
Cubierta con una mortaja, Era de mármol oscuro.
¡Era perfecta! Definitivamente era para el,
Y el arlequín de mármol tocó la flauta tallada en piedra negra y Bailando por el río tropezó,
En un abismo; En la cascada.
Murió, pero calló encima del cerezo,
Y Aún sonriendo, tratando de explorar el mar tan solo con probar la calida brisa de la aurora aun viviente y roja.
Sonriendo todavía contempló por última vez Marte, y sus escritos De poeta muerto por flauta, quedaron ocultos en una gruta que un castor había construido debajo del manzano.
La mortaja que cubría la flauta de Morfeo calló en su vientre, y el mismo instrumento en su boca, y ahí quedó, encajada por el mismo destino.
Y el arlequín Aún sonríe, quedando así la estatua,
Una gárgola perfecta del único arlequín que aún sonríe,
Pues, a pesar de haber muerto.
Aún su alma ronda por los vientos,
Y ya visitó el mar, ya atravesó la gruta de los castores,
Pero aún ronda su espíritu poeta, porque no se quiere ir,
Tan solo con mirar la luna ya descansa en armonía.

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Magico Misterio
POR: David Cañedo Mesinas



Luna, clavo, perversa melodia, el relleno de cada astro oculta sombras.
Cada estrella, cada sol que choca, se desploma y miente pues no se oculta, cuando explotan llueven sus pesares, resplandecen como el canto de un ave que se quema, atrapada en el olvido de una vieja masmorra.
Cada vuelo cada nado, cada mirada extraña y confusa, demuestran aun siendo pequeños, la grandesa de la colisión de mil estrellas en una galaxia perdida.
Ni un diluvio, ni una ola de agua de cascada, ni siquiera el grito de poseidón rey de mil mares, apagarían el fuego que se siente y no se observa, nisiquiera tocarían las brasas mas altas de esa hoguera infinita.
Estaca, de cristal al rojo vivo, un hecha de diamante y con mango de oro oxidado.
Un martillo hecho de luna que entierra hielos, congelando un amor prohibido y hasta ahora intacto.
Corazón de papel, tan fragil pero duro, que perdura aun en un mar de oleaje imposible, que resiste aun el incendio mas extremo, pero muere por una simple estaca hecha de vidrio.
Lagrimas, ya tan gastadas, tan usadas; platón, heuridices, shakespeare en romeo y julietta. Esas lagrimas, informal trofeo ya de tantos autores, lagrimas saladas; lagrimas dulces, que perduran ya olvidas en cada mente, en cada recuerdo. Tan vividas, ¡tan odiadas!; Sirven como defensa de oro, no son debilidad, son magia. Un misterio, una alavanza prescrita de odio y miedo, lo que se ve en cada noche de estrellas obscuras, gota de alma, que de corazón proyecta recuerdos y esperanzas, una lumbre muerta que se comvierte en liquido y se evapora.
Un hueco, diario usado y vivido, es puro, inerte y vive solo. Pero ¿es ese hueco un simple hueco?, No... es una cueva, una cueva negra y obscura, tapada por corchos de lagrimas secas que deberian fluir por esas grietas.
Nubes informas, blancas y desnudas, ¿porque vuelan en recuerdos como bellezas exquisitas? son simples, indiscretas y absurdas. No deberian existir, dañan la vida. Solo su belleza contrubuye. Son perfectas, magistrales y dignas de convivir con los mismos dioses. Son las nubes, madres de los cielos y de los mares, socias de las estrellas y aveces parte de la luna y sus eclipses.
Pasta de sal y polvos estelares, cada mañana esconde una delicia, una ausencia rota, y exquisita. Todavia recordar los tiempos en el que el corazón temblaba, aquellos dias en los que el cristal, se veía como un arma inservible, nadie se imaginó que acabaría atravesado por una estaca blanca.

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