La Isla de La Eterna Bruma
POR: David Cañedo Mesinas
Me deslizo por entre la bruma para llegar al mar a través Del bosque, Un sinfín de arboles secos y musgosos forman pasadizos de hierva, que se extiende mas allá de la bóveda celeste. Eternos evos de tiempo se esparcen por la tierra ajenos a la sinfonía que esta desprende. Provienen del océano, y sus esperanzas vuelan escapando de las aguas. Yo no corro, no camino, ni vuelo por los aires, simplemente me deslizo con las piernas y entro de Forma misteriosa en un arrecife terrestre que lleva a la isla de la espuma. Sílfides de cristal me esperan con calma y me miran profundamente, En ellas existe una neblina que expresa la turbulencia que la sal del mar desprende de la arena. Una isla de marfil blanco, duro y sin rocas ni plantas o signo de vida, Solo el arquetipo de una añeja fauna de infrahumanos seres con hermosa piel y divina vista.
Al parecer sus ojos hipnotizan, pues me capturaron durante milenios, hasta que la luz de la luna atravesó la neblina de una forma hostil y extraña.Era yo, o aquel, porque no se si existo; el sacerdote supremo de una secta de hadas nocturnas, y después de hurtar la piedra del cristal negro, me apoderé de la esperanza de poder llegar a la aurora y escapar de los ojos hipnóticos que encierran almas perpetuamente.
Navegando por los aires aprendí a volar y aquel sacerdote o yo nos ocultamos debajo de la vieja corona de coral que unía a la isla de marfil con el mundo humano.
Navegué durante siglos por las praderas de esa luna, enterré caracolas con los pies al caminar, y sin darme cuenta tratando de hallar las estrellas, me sumergí en un trance del cual aún no eh escapado.
Un día llegué a un bocado de tierra cerca de un lugar inexistente; convencido de tocar el agua me aventuré a salir de mi sacerdocio. Venus me ayudó a disipar las nubes con sus brazos, y después de mirar al cielo experimenté un calor intenso en mi cuerpo, pues el cristal negro de la isla maldita me ayudará a lograr mi sueño.
Voy al mar a convertirme en espuma, cuando las nubes me miren saldrá neblina de debajo de las montañas y La paz que el río desborde atraerá a las tormentas hasta formarse un ciclón de mar.
Después de haberse disipado, la sal que quede creará mi propia isla de marfil libre de sílfides y ninfas. El sol jamás volverá a rozar mi rostro, pero la espuma se convertirá en azúcar y compensará su falta con eternas caricias dulces.
Pues existiré en mis fantasias Hasta que un hada me convierta en flor.
Al parecer sus ojos hipnotizan, pues me capturaron durante milenios, hasta que la luz de la luna atravesó la neblina de una forma hostil y extraña.Era yo, o aquel, porque no se si existo; el sacerdote supremo de una secta de hadas nocturnas, y después de hurtar la piedra del cristal negro, me apoderé de la esperanza de poder llegar a la aurora y escapar de los ojos hipnóticos que encierran almas perpetuamente.
Navegando por los aires aprendí a volar y aquel sacerdote o yo nos ocultamos debajo de la vieja corona de coral que unía a la isla de marfil con el mundo humano.
Navegué durante siglos por las praderas de esa luna, enterré caracolas con los pies al caminar, y sin darme cuenta tratando de hallar las estrellas, me sumergí en un trance del cual aún no eh escapado.
Un día llegué a un bocado de tierra cerca de un lugar inexistente; convencido de tocar el agua me aventuré a salir de mi sacerdocio. Venus me ayudó a disipar las nubes con sus brazos, y después de mirar al cielo experimenté un calor intenso en mi cuerpo, pues el cristal negro de la isla maldita me ayudará a lograr mi sueño.
Voy al mar a convertirme en espuma, cuando las nubes me miren saldrá neblina de debajo de las montañas y La paz que el río desborde atraerá a las tormentas hasta formarse un ciclón de mar.
Después de haberse disipado, la sal que quede creará mi propia isla de marfil libre de sílfides y ninfas. El sol jamás volverá a rozar mi rostro, pero la espuma se convertirá en azúcar y compensará su falta con eternas caricias dulces.
Pues existiré en mis fantasias Hasta que un hada me convierta en flor.
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